domingo, 5 de agosto de 2012

DESEMPLEO Y VERGÜENZA. ¿CUESTIÓN DE GÉNERO?

Hace unos meses participé como tertuliano en un programa de televisión sobre el desempleo. El programa permitía llamadas telefónicas en directo y en una de ellas, un señor que superaba los cincuenta años nos manifestó que había dejado de buscar trabajo porque sentía vergüenza; vergüenza de no poder sentirse útil, de no poder llevar ingresos a su familia, de sentir como se le iban cerrando todas las puertas...

Si nos remitimos al diccionario de la Real Academia, éste nos define la vergüenza como la "turbación del ánimo ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena". Y uno inevitablemente piensa cuáles pueden haber sido esas faltas o acciones deshonrosas y humillantes cometidas por los más de cinco millones de desempleados que les llevan a sentir esa vergüenza cuando han sido las acciones cometidas por otros, en este caso escandalosamente deshonrosas y humillantes, las que han ocasionado la mayor parte de los casos de desempleo.

Ese sentimiento de vergüenza conlleva, entre otras repercusiones aún más graves, uno de los sentimientos más paralizadores ligados a la situación de pérdida del trabajo lo cual implica, en la mayoría de los casos, un cese en las actividades de búsqueda que empeora inevitablemente la situación.

Pero... ¿por qué sentimos vergüenza cuando perdemos nuestro trabajo aunque sea como consecuencia de situaciones externas a nosotros?. Podrían exponerse muchas causas que explicarían la presencia de este sentimiento pero voy a centrarme en una de las más poderosas y que tiene su origen en la educación tremendamente sexista que recibimos desde que nacemos y que, aunque afortunadamente va equilibrándose hacia la igualdad, aún mantiene una carga demasiado pesada.

Conforme al sexo con el que nacemos, la sociedad nos asigna un determinado rol social, una función que debemos desempeñar y que en principio estaría claramente diferenciada: "si naces niña tu función será la de cuidar y si naces niño la de proteger y proveer". Ante estas "instrucciones" y llegado el punto de la pérdida del empleo, la mujer tiene la posibilidad de regresar a su función social originaria y, por tanto, seguir siendo y sintiéndose útil, es decir, conservaría intacta su función preestablecida. En cambio el hombre cuando pierde su trabajo queda desprotegido psicológicamente porque ya no puede desempeñar su papel de protector y proveedor. Empieza a verse a sí mismo como un "ser inútil que ya no sirve para nada", comenzando así una espiral de pensamientos negativos que van minando poco a poco su autoestima y que le llevan a disminuir sus actividades sociales culminando en muchos casos en un peligroso aislamiento social.

¿Qué hacer para evitar sentirnos así? No es fácil eliminar por completo este tipo de pensamientos, pero podemos recurrir a algunas estrategias para disminuir su influencia:
  • No eres un bicho raro. Las tendencias del mercado laboral caminan hacia los contratos temporales y eso hará que estemos constantemente entrando y saliendo de él, así que lo mejor es que vayamos acostumbrándonos a ello.
  • En primer lugar debes trabajar la idea de que no eres únicamente un trabajador, sino una PERSONA que ha perdido momentáneamente su dimensión laboral, pero que mantiene intacta el resto de las dimensiones: pareja, hijos, amigos... Se ha de hacer un esfuerzo por conservar esas parcelas y minimizar en ellas el impacto de la pérdida del empleo. Normaliza tu vida procurando hacer las mismas cosas que hacías cuando trabajabas aunque ahora tengas que modificar las condiciones en las que vas a realizarlas: si salías a cenar con amigos planteate cenar con ellos pero en tu casa, sal a correr, es gratis, no hace falta ir a un gimnasio para hacer deporte, etc.
  • Prepara un discurso para comunicar tu nueva situación a tu entorno. Inevitablemente comenzarán a preguntarte familiares, amigos y conocidos. Piensa en lo que vas a decirles pero diles la verdad sin quejarte ni abrumarles. Simplemente cuéntaselo e incluye a esas personas en tu red de contactos. Expresa claramente que no tienes trabajo, lo que estás buscando y lo que puedes ofrecer.
  • No finjas que sigues trabajando, no salgas de casa haciendo ver a tu entorno que vas a la oficina, a la fábrica, a la tienda... No tienes que representar ninguna comedia. La idea que debes mantener siempre en mente es que "uno vale por lo que ES y no por lo que hace".
Recuerda que todo cambio es una oportunidad y ésta, sin duda,  será la tuya si sabes aprovecharla.