Ocurre en ocasiones que, a pesar de que la situación de desempleo nos sobrepase y llevemos demasiado tiempo sin encontrar ese ansiado trabajo, no nos sentimos con ganas de seguir buscando y dejamos que los acontecimientos vayan jugando por sí solos. Pero es cierto que también en muchas ocasiones somos nosotros los responsables de que las cosas no vayan todo lo bien que deseamos y nos instalamos en un estado de queja permanente que intenta buscar fuera esos culpables de lo que nos está pasando. Por eso resulta necesario que conozcamos algunos de los mecanismos que hacen que nos mantengamos en ese estado de baja motivación y de pasividad hacia la búsqueda de empleo.
Hace unos meses reflexioné en un post sobre la Indefensión aprendida como uno de los estados psicológicos que nos conducen a la pasividad. Ahora le toca el turno a una segunda variable, al miedo a lo desconocido, al miedo a ampliar nuestra Zona de confort.
Todos tenemos una zona de confort y nos mantenemos en ella porque es una realidad conocida, previsible, sin apenas sobresaltos y que hace que nos sintamos seguros. No me refiero a una vida cómoda, confortable, segura... sino a ese espacio en el que las costumbres y los hábitos cotidianos nos aseguran la certeza de una realidad controlable, aunque estemos durmiendo dentro de un cajero automático. Pero ocurre que dentro de esa zona también disponemos de unas aptitudes, unas habilidades y unas destrezas que a veces no sabemos que tenemos o que aunque seamos conscientes de tenerlas no las ponemos en valor porque nos asusta la incertidumbre exterior, manteniendonos así en nuestra zona "cómoda".
Pero también hemos de tener en cuenta que en esa zona de confort no estamos solos. Nos acompañan nuestras parejas, nuestros amigos, nuestros padres y hermanos, nuestros compañeros de trabajo... que con sus "sabios consejos" alimentan a veces esa actitud pasiva. El mantenimiento en esa zona de confort se lleva a cabo a través de lo que nos decimos a nosotros mismos o nos dicen los demás y que utilizamos como excusas porque realmente nos da pánico salir de ella: “Eso no lo puedo hacer”, “No estoy lo suficientemente preparado/a”, “Tengo demasiados años” o “demasiado pocos”, “Me falta experiencia”, "No tengo dinero para montar un negocio”, “No sale nada” (ofertas), “¡Estás loco!, ¡querer cambiar de trabajo con la que está cayendo!”, “Pero… ¡a quién se le ocurre montar una empresa ahora!...
Este tipo de afirmaciones suelen frenar nuestras iniciativas pero, por fortuna, ocurre que hay veces en las que somos capaces de tomar consciencia de nuestras posibilidades y es entonces cuando comenzamos a poner en marcha el mecanismo para ampliar nuestra zona de confort, para descubrir nuevas opciones y promover un cambio en nuestra vida más acorde con nuestros deseos.
Cuando estamos dispuestos a abordar algo nuevo que nos supone un reto (montar un negocio, aprender un nuevo idioma, cambiar de trabajo…), estamos a punto de salir de nuestra ZONA DE CONFORT y poder alcanzar ese nuevo objetivo estableciendo de esa manera un nuevo límite. La forma de alcanzarlo supone poner en marcha la siguiente secuencia:
1. Una vez detectada la necesidad o el motivo de cambio, pasamos de nuestra zona de confort a la ZONA DE RIESGO. Esta zona representa el reto, la definición del objetivo, aquello que queremos alcanzar y que sabemos que nos produce una cierta inseguridad pero que también implica una concentración en la planificación de las acciones que debemos emprender para alcanzar ese nuevo objetivo.
2. Tomada la decisión de afrontar ese nuevo reto entramos en la ZONA DE ERROR, zona temporal en la que permanecemos llevando a cabo las acciones establecidas en la zona anterior hasta que empiezan a aparecer los resultados. La característica más importante de esta zona es que también es una zona de aprendizaje porque en el caso de que no logremos los resultados deseados podemos aprender de nuestros errores y tomarlos como punto de partida para posteriores intentos.
Si los resultados que vamos obteniendo no son los esperados siempre tenemos dos opciones: abandonar para siempre el nuevo reto y volver a la anterior zona de confort o seguir poniendo a prueba nuestras capacidades diseñando nuevas formas de actuar que nos permitirán avanzar.
3. Por último y si los resultados son positivos, pasamos a la ZONA DE SATISFACCIÓN que no es una zona en la que vayamos a entrar para autocomplacernos de lo conseguido sino una zona "automotivante" desde donde vamos a encontrar la motivación para emprender nuevos retos y en la que disfrutaremos de nuestra confianza en nuestras nuevas posibilidades.
4. Desde esta zona de satisfacción entraremos en una nueva ZONA DE CONFORT AMPLIADA en la que permaneceremos hasta que sintamos una nueva necesidad.
Resulta imposible mantenernos fuera de una zona de confort, solamente podemos ampliarla tantas veces como sintamos la necesidad de afrontar nuevos retos o poner en marcha nuevas habilidades o destrezas.
Resulta imposible mantenernos fuera de una zona de confort, solamente podemos ampliarla tantas veces como sintamos la necesidad de afrontar nuevos retos o poner en marcha nuevas habilidades o destrezas.
Pues bien, es
necesario que apaguemos la calefacción de
esa caja y empecemos a plantearnos el modo de re-enfocar
nuestra vida y comenzar a andar el camino desde una perspectiva nueva,
añadiendo cambios a nuestras rutinas y poniendo en valor nuevas competencias… pero
teniendo en cuenta que esa ha de ser una decisión
permanente que nos ha de mantener en una continua actividad.
Ahora tú eliges si quieres permanecer "cómodo" en tu situación a quieres arriesgarte a hacer frente a nuevos retos y poner a prueba tus capacidades, esas de las que aún "no estás seguro" de tener.
Ya conoces los resultados de mantenerte en tu zona de confort. Los que obtendrías al ampliarla aún te son desconocidos pero quizá merezcan la pena. ¿Tienes algo mejor que hacer?
Ya conoces los resultados de mantenerte en tu zona de confort. Los que obtendrías al ampliarla aún te son desconocidos pero quizá merezcan la pena. ¿Tienes algo mejor que hacer?
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